Asociaciones lamentan las condiciones de esos centros, por lo cual los pacientes deben buscar servicios privados

CDMX (Marcrix Noticias).— En todo Quintana Roo existen únicamente dos centros especializados en autismo del Sistema DIF, uno en Cancún y otro en Chetumal, y los servicios son deficientes, según denuncias de familiares y colectivos.

Las quejas van desde personal insuficiente, falta de equipo multidisciplinario, y la capacidad de atención de los dos centros no permite el acompañamiento individualizado que requiere el Trastorno del Espectro Autista (TEA).

“El diagnóstico y tratamiento del autismo no puede resolverse con visitas esporádicas ni con programas genéricos. Se necesita atención personalizada y continua desde la infancia hasta la adultez”, señalaron integrantes de la Red de Padres con Hijos con Autismo de Quintana Roo.

El problema, dijeron, no es solo de cobertura, sino de calidad.

Aunque la infancia suele ser el foco principal de las políticas públicas, las personas con este trastorno cuando llegan a la adolescencia y o a la adultez quedan prácticamente fuera del sistema.

La atención especializada desaparece, y son las familias quienes deben asumir toda la carga económica, emocional y logística. Muchas veces sin apoyo, sin orientación y sin recursos, dijeron activistas.

Además de todo, los costos de atención privada son elevados y excluyentes, por lo que padres y madres deben pagar consultas, terapias y escuelas especializadas.

Esta desigualdad estructural perpetúa el rezago, limita las posibilidades de desarrollo de las personas con TEA y vulnera derechos fundamentales.

Recientemente, en el Congreso de Quintana Roo se planteó una iniciativa para prohibir el uso de pirotecnia en eventos públicos, debido a los efectos en personas con TEA.

El proyecto, que busca modificar el Artículo 4 de la Ley para la Atención y Protección a Personas con la Condición del Espectro Autista del Estado, está impulsado por los diputados María José Osorio Rosas, Hugo Alday Nieto y Ricardo Velazco Rodríguez.

El objetivo es garantizar un entorno libre de contaminación auditiva, reconociendo que el ruido excesivo, como el que genera la pirotecnia, pues tiene efectos severos en personas con autismo, quienes pueden experimentar desde ansiedad hasta crisis de pánico debido a su hipersensibilidad sensorial.

La iniciativa responde a una demanda legítima de padres y organizaciones que han insistido durante años en visibilizar cómo ciertos entornos afectan desproporcionadamente a personas neurodivergentes.

La iniciativa para regular el ruido es importante, pero insuficiente.

El autismo no se apaga cuando cesa la pirotecnia y la hipersensibilidad auditiva es solo uno de los múltiples desafíos que enfrentan las personas con TEA.

Y a parte de todo, excluir la pirotecnia de los festejos públicos puede prevenir crisis sensoriales puntuales, pero no resuelve la falta de diagnósticos tempranos, la escasez de especialistas, ni la ausencia de políticas sostenidas para la inclusión educativa, laboral y social.

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