Las misiones Voyager 1 y 2 fueron lanzadas en 1977 con el objetivo inicial de explorar los planetas exteriores del Sistema Solar. Tras completar con éxito esta tarea, su misión se extendió para estudiar los límites del Sistema Solar y el espacio interestelar.
Ambas sondas operan gracias a un generador termoeléctrico de radioisótopos (RTG), que convierte el calor del plutonio en descomposición en electricidad. No obstante, cada año pierden alrededor de 4 vatios de energía, lo que hace necesario reducir el consumo eléctrico para prolongar su funcionamiento.
Para maximizar la longevidad de las sondas, la NASA ha decidido apagar ciertos instrumentos científicos:
- Voyager 1: Se desactivó su subsistema de rayos cósmicos el 25 de febrero de 2024. Este instrumento ayudó a determinar cuándo la nave dejó la heliosfera y entró en el espacio interestelar en 2012.
- Voyager 2: En octubre de 2023, se apagó su instrumento de ciencia de plasma, y el 24 de marzo de 2024 se desactivará su instrumento de partículas cargadas de baja energía.
A pesar de estas desconexiones, cada sonda seguirá operando con tres instrumentos clave:
- Voyager 1: Mantendrá su magnetómetro y su subsistema de ondas de plasma hasta al menos 2026.
- Voyager 2: Seguirá con su instrumento de campo magnético y su subsistema de ondas de plasma, y se espera que su subsistema de rayos cósmicos se apague en 2026.
Con esta estrategia de conservación de energía, la NASA estima que al menos un instrumento en cada sonda podría seguir operando hasta la década de 2030. Sin embargo, las sondas llevan 47 años en el espacio, lo que las hace vulnerables a fallas imprevistas que podrían acortar su misión.
A pesar de ello, las Voyager siguen siendo una fuente única de información sobre el espacio interestelar, y su legado continúa inspirando la exploración del cosmos.