La investigadora explicó que, en contraste, el fenómeno de El Niño elevó las temperaturas oceánicas en los últimos dos años, limitando la proliferación de la macroalga y resultando en un menor recale en las costas del Caribe. “Este año, la temperatura del mar estuvo por encima de los 30 grados Celsius, lo que no favoreció la reproducción del sargazo. Sin embargo, el próximo año las condiciones cambiarán”, señaló Van Tussebroek.

Si bien el sargazo en alta mar contribuye al equilibrio ecológico al aportar nutrientes como el CO2, su llegada a las costas representa un problema grave para los ecosistemas locales y las actividades turísticas. El recale masivo afecta los arrecifes, altera los hábitats costeros y genera un impacto negativo en las playas, afectando tanto a la biodiversidad como a la economía turística de la región.

La investigadora destacó que, aunque se han realizado esfuerzos para mitigar los efectos del sargazo en tierra, el fenómeno sigue siendo un desafío con muchas variantes. Además, se están llevando a cabo investigaciones para encontrar formas de aprovechar la macroalga y minimizar sus impactos adversos.

Ante la perspectiva de un aumento sin precedentes en el recale de sargazo, es crucial que los gobiernos, la comunidad científica y los sectores afectados intensifiquen las medidas preventivas y de manejo. El desafío que se avecina exige una respuesta coordinada que considere tanto los impactos ambientales como los económicos en una de las regiones turísticas más importantes del país.