Alison Vivas , una joven colombiana, aceptó una oferta de trabajo en Cancún que resultó ser una trampa de trata de personas.

Cancún (Marcrix Noticias)-En marzo de 2017, Alison Vivas, una joven de 22 años originaria de Bogotá, emprendió un viaje a Cancún con la esperanza de comenzar una nueva etapa en su vida. Había dejado atrás su carrera en Mercadeo y su trabajo como vendedora de planes vacacionales, confiada en que el empleo prometido en México le permitiría alcanzar la independencia económica y ayudar a su madre, víctima de violencia doméstica. Sin embargo, lo que comenzó como una ilusión de prosperidad se transformó rápidamente en una pesadilla inimaginable.

La oferta de trabajo llegó a Alison a través de su amiga Milena, quien le aseguró que podría desempeñarse en un restaurante en Cancún con un buen salario y condiciones favorables. Sin embargo, al llegar al destino, las promesas se desvanecieron y Alison se encontró atrapada en una red de trata de personas.

En lugar de trabajar en un restaurante, Alison fue obligada a desempeñar actividades sexuales en el bar Bandidas, un club nocturno conocido por su vinculación con la explotación sexual. A través de un contrato que implicaba una deuda de 170,000 pesos mexicanos por trámites migratorios y pasajes aéreos, Alison quedó completamente a merced de sus captores, quienes le retuvieron su pasaporte como garantía de pago.

Las condiciones en las que vivió fueron insoportables. La joven trabajaba más de 12 horas al día sin descanso y cualquier intento de resistirse, ya fuera por enfermedad, menstruación o agotamiento, resultaba en multas que aumentaban su deuda. A pesar de las constantes amenazas y el control estricto de los dueños del negocio, Alison luchó por encontrar una salida, pero su “amiga” Milena resultó ser parte de la red criminal, lo que limitaba sus opciones.

La pesadilla de Alison llegó a su fin cuando las autoridades mexicanas realizaron un operativo en el club Bandidas, rescatando a unas 35 mujeres, entre ellas Alison. A pesar de la liberación, su regreso a Colombia no fue menos traumático. Pasó días detenida en una estación migratoria, siendo deportada de manera humillante. Al llegar a Bogotá, la esperaban cámaras de periodistas, pero Alison no buscaba fama, sino proteger a su familia.

Aunque la joven guardó silencio durante un largo tiempo, recientemente decidió compartir su experiencia para advertir a otras personas sobre los peligros de caer en las redes de trata. Su historia pone en evidencia la cruel realidad de la trata de personas, un delito que afecta a millones de personas en todo el mundo, especialmente a mujeres jóvenes que buscan un futuro mejor.

Según datos de Naciones Unidas y la Fundación Walk Free, más de seis millones de personas en el mundo son víctimas de trata con fines de explotación sexual, pero la mayoría de los casos nunca llegan a la justicia. La impunidad es la norma, lo que hace aún más urgente que la sociedad y las autoridades tomen medidas efectivas para combatir esta grave violación de los derechos humanos.

A pesar del dolor de su pasado, Alison ha logrado reconstruir su vida. Hoy, es madre y ha canalizado su sufrimiento en un emprendimiento de confección de telas africanas llamado Menta y Pomelo. A través de su historia, Alison busca alzar la voz para evitar que otras mujeres caigan en las mismas redes que la atraparon a ella.

“Se supone que la esclavitud se acabó hace mucho tiempo, pero no es así. Simplemente, te la venden mejor”, asegura Alison, con la esperanza de que su relato sirva como advertencia para quienes buscan un futuro mejor en el extranjero.

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