El Telescopio Espacial Hubble enfocó su lente en la galaxia espiral NGC 1309, ubicada a 100 millones de años luz.
Washington, D.C. / París. El Telescopio Espacial Hubble, un proyecto conjunto de la NASA y la ESA, vuelve a asombrar al mundo con una imagen fascinante del universo profundo. Esta vez, su objetivo fue la galaxia espiral NGC 1309, localizada en la constelación de Eridanus, a unos 100 millones de años luz de la Tierra.
La imagen muestra la impresionante estructura azulada de esta galaxia, con nubes oscuras de gas, brazos espirales bien definidos y un núcleo perlado que resalta en un campo de fondo repleto de galaxias distantes. Esta visualización es una muestra del poder del Hubble, que a más de 30 años de su lanzamiento sigue proporcionando vistas invaluables del cosmos.
Desde 2006, NGC 1309 ha sido objeto de múltiples observaciones debido a la aparición de dos supernovas significativas: SN 2002fk y SN 2012Z.
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SN 2002fk fue una supernova tipo Ia, el tipo más estudiado, provocada por la explosión de una enana blanca —el núcleo denso y colapsado de una estrella muerta—. Su comportamiento fue el esperado para este tipo de eventos.
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SN 2012Z, en cambio, sorprendió a la comunidad científica. Aunque en apariencia se asemejaba a una supernova tipo Ia, su brillo fue considerablemente menor, lo que despertó curiosidad entre los astrónomos.
Gracias al Hubble, se descubrió que la explosión de SN 2012Z no destruyó por completo la enana blanca, lo cual contradice lo que normalmente se espera en estos casos. En lugar de desintegrarse, el remanente estelar sobrevivió… y brilló aún más que antes de la explosión.
Este fenómeno ha sido apodado una “estrella zombi”: un cadáver estelar que se niega a desaparecer.
NGC 1309 se ha convertido en un laboratorio cósmico ideal para observar el ciclo de vida de las estrellas, en especial los mecanismos de las supernovas atípicas. La observación de SN 2012Z también marcó un hito histórico: fue la primera vez que se identificó un sistema estelar antes de que protagonizara una explosión inusual.
Este tipo de descubrimientos ayudan a los científicos a refinar sus modelos sobre la evolución estelar y comprender mejor las fases finales de las estrellas, en especial aquellas que terminan su vida como enanas blancas.
Más de tres décadas después de su puesta en órbita en 1990, el Hubble continúa siendo una herramienta fundamental para explorar el universo. Sus imágenes no solo nos deslumbran con su belleza, sino que despiertan preguntas profundas sobre nuestra existencia y el lugar que ocupamos en el cosmos.
Gracias a su visión infrarroja, ultravioleta y visible, el telescopio espacial permite estudiar fenómenos que de otro modo serían invisibles desde la Tierra.