Noor Abu Hassira, herida en un bombardeo y separada de su esposo detenido, vive con sus hijas en un sótano, reflejando la grave crisis humanitaria en Gaza.
Gaza (Marcrix Noticias)-Confundida entre el polvo de un hogar hecho añicos y la oscuridad de un sótano en Gaza donde intenta cuidar a sus tres pequeñas, Noor Abu Hassira dice que ya no espera un mañana mejor:
“Estamos esperando a morir”, escribió por mensaje de texto.
La mujer, que quedó gravemente herida cuando un ataque aéreo destruyó su apartamento meses después del inicio de la guerra, vive ahora con sus hijas en condiciones precarias, sin poder caminar y sin saber el paradero de su esposo, detenido después de un asalto al hospital Shifa.
Ocho meses antes de que estallara la guerra a gran escala, Abu Hassira y su familia habían alcanzado el sueño de estabilidad: un apartamento en la Ciudad de Gaza, fruto de años de trabajo y ahorro.
Ella trabajaba como técnica de laboratorio; él, Raed, ejercía como periodista para un medio al que Israel ha acusado de vínculos con Hamás—acusación que la mujer niega—. En diciembre, durante los ataques que siguieron al asalto inicial de octubre, su edificio fue impactado por un bombardeo que colapsó un pilar de concreto. Noor quedó atrapada bajo los escombros con fracturas graves en hombros, espalda y piernas; sus hijas también quedaron enterradas, pero todas sobrevivieron.
Cuando despertó, lo hizo en el Hospital Shifa —un centro ya sometido a redadas y asedios— junto a su hija María, con una fractura craneal. En marzo de 2024, una nueva incursión israelí al hospital resultó en la detención de decenas de hombres, entre ellos el esposo de Noor, cuyo paradero y estatus legal siguen siendo, según familiares y grupos de derechos, en gran medida desconocidos.
Organizaciones como Addameer registraron visitas legales posteriores, pero las autoridades israelíes no han aclarado los motivos ni la ubicación de muchos detenidos.
La familia pasó los meses siguientes desplazándose dentro de la propia Ciudad de Gaza para evitar las redadas y los bombardeos. Sin casa, sin ropa y con recursos mínimos, Noor recuerda que dependían de la generosidad de vecinos y de turnos en casas ajenas:
“La parte más difícil es vivir en las casas de otras personas… especialmente con niños pequeños”, dijo.
Cuando por fin llegó un alto el fuego a principios de año, la esperanza pareció asomar, muchos regresaron, la ayuda humanitaria entró con menos restricciones y la familia se reunió de nuevo.
Pero la calma duró poco. En marzo, las operaciones ofensivas se reanudaron y el bloqueo a la importación de alimentos y medicinas se intensificó. Los precios se dispararon hasta multiplicar por diez el costo de productos básicos; el acceso a agua limpia es errático y la desnutrición infantil aumentó. Organismos y expertos internacionales han advertido sobre niveles catastróficos de inseguridad alimentaria en la Ciudad de Gaza y el norte de la Franja.
Frente a esto, Israel defiende su ofensiva como necesaria para destruir a Hamás y presionar por la liberación de rehenes que siguen en manos del grupo armado, y afirma estar tomando medidas para mitigar el daño a civiles, una afirmación que países y agencias internacionales han cuestionado en distintos puntos.
La realidad práctica para los Abu Hassira es brutal: Noor apenas puede caminar y pagar un viaje seguro hacia el sur —donde se han concentrado algunos desplazados— costaría cerca de 900 dólares; una tienda para refugiarse, alrededor de 1,100 dólares, según relata. Incluso si lograran llegar, las llamadas “zonas humanitarias” están abarrotadas, con infraestructuras destruidas, escasa vigilancia y presencia de grupos armados que exigen pagos por “alquiler” de parcelas.
Por ahora, madre e hijas permanecen en el sótano de los padres de Noor en el barrio de Rimal: sin la posibilidad de cocinar ni mantener higiene básica, pasando los días entre una silla y la cama, dependientes para ir al baño.
“Desearía que mis hijas y yo muriéramos juntas antes de que nos veamos obligadas a irnos. Estamos agotadas”, dijo Noor.
Con información de AP