El actor australiano encontró apoyo en su perra Layla durante las extenuantes jornadas de filmación de la nueva cinta de Guillermo del Toro.

Los Ángeles, California (Marcrix Noticias).-Desde su llegada a Netflix, Frankenstein, la más reciente obra de Guillermo del Toro, no ha dejado de recibir elogios. El público la ha convertido en la película número uno de la plataforma, y no es para menos: es visualmente majestuosa, melancólica, hermosa y posee esa sensibilidad única que solo Del Toro sabe imprimir en sus historias.

Uno de los grandes aciertos de la cinta es, sin duda, su protagonista: Jacob Elordi. El actor australiano, conocido por Euphoria y Saltburn, interpreta a la criatura de Frankenstein con una mezcla perfecta de fuerza, inocencia y dolor. Según el propio Del Toro, su elección fue casi instantánea: lo escuchó hablar del personaje y supo que era él.

Pero entre luces, cámaras y capas de látex, había alguien que nunca se separaba de él: su perra Layla, quien lo esperaba pacientemente durante las largas horas de transformación.

Un proceso tan largo como impresionante

Detrás del monstruo había un desafío monumental. El maquillaje y las prótesis que daban vida a la criatura no eran simples efectos rápidos. Elordi confesó que, en las escenas más complejas, su preparación podía durar hasta 11 horas, especialmente cuando debía aparecer con el aspecto de “recién nacido”, la forma más grotesca del personaje.

En los días más livianos, el trabajo seguía siendo arduo: unas seis horas para aplicar maquillaje en rostro y manos. Durante ese tiempo, el actor permanecía casi inmóvil, mientras un equipo entero daba forma a su nueva anatomía. A su lado, invariablemente, Layla lo acompañaba, acostada cerca, observando cada movimiento con paciencia.

Una amistad peluda y entrañable

Durante el rodaje, Elordi compartió una fotografía que se volvió viral: él, completamente caracterizado como la criatura, abrazando a su perra. La imagen, tan tierna como surrealista, muestra al monstruo de Frankenstein acariciando a Layla con una dulzura que desarma.

En una entrevista con Jimmy Kimmel, el actor recordó el momento entre risas: “Ella estaba harta de mí”. A pesar del cansancio, las largas jornadas y el maquillaje, Layla fue su cable a tierra, su refugio emocional entre tomas. Aunque probablemente no comprendía por qué su humano lucía distinto cada día, nunca se apartó de él.

Esa imagen, tan simbólica como emotiva, resume lo que Guillermo del Toro buscó transmitir con su versión de Frankenstein: que incluso las criaturas más temibles pueden esconder una profunda ternura bajo la piel. Jacob Elordi no solo interpretó a un monstruo; le dio alma, y su vínculo con Layla en el set es la mejor prueba de ello.

 

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