Un fallo permitió que un exempleado comprara google.com por 12 USD; la empresa lo recompensó y luego anuló la venta.
En 2015, el exempleado Sanmay Ved vivió una situación tan absurda como histórica: logró comprar el dominio Google.com por apenas 12 dólares, tras encontrarlo listado como “disponible” en la plataforma oficial de venta de dominios de la empresa. En cuestión de segundos, su tarjeta fue cargada, recibió confirmación —y por unos instantes, la administración del dominio quedó a su nombre.
Ved relató que al cabo de unos segundos fue notificado de que la transacción había sido cancelada y que su dinero había sido reembolsado. Aun así, por ese breve lapso tuvo acceso a herramientas administrativas internas de Google, incluyendo el panel de webmaster.
Tras reportar el incidente al equipo de seguridad de Google, Ved fue contactado por la empresa, que calificó el episodio como una “vulnerabilidad legítima”. Le ofrecieron una recompensa de 6,006.13 dólares —una cifra que, de forma simbólica, juega con los caracteres del nombre “Google”.
Ved decidió donar ese monto a una fundación educativa. En reconocimiento a su gesto, Google duplicó la recompensa, llevando la donación final a 12,012.26 dólares.
Una puerta abierta al debate sobre vulnerabilidades y seguridad digital
El error evidenció una falla grave en el sistema interno de registro de dominios de Google, que permitió que su propio dominio principal quedara listado como disponible en el mercado. Esta anomalía generó alarma en la industria, pues puso de relieve lo poco infalible que puede ser incluso una infraestructura digital gigantesca.
La actitud de Ved —comprar, comunicar el error y donar la recompensa— contrasta con lo que podría haber hecho cualquier persona con acceso a una de las direcciones web más valiosas del planeta. Su decisión abrió además un canal de diálogo sobre la importancia de la ética en el mundo tecnológico y la responsabilidad de las grandes empresas cuando ocurre una falla.
El episodio demuestra que incluso los gigantes tecnológicos pueden fallar, y que muchas veces depende de la integridad individual detectar y reportar esos fallos. También subraya la relevancia de los programas de recompensas por vulnerabilidades —como los de Google— para incentivar la seguridad en la red.
Aunque la adquisición duró solo un minuto, la historia de Sanmay Ved ya forma parte de la leyenda de internet: un recordatorio de que detrás de cada dominio, de cada sistema, hay humanos… y de que un simple clic puede desenmascarar errores monumentales.
