Petrini, de 56 años, asumirá la presidencia de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, convirtiéndose en la primera mujer en liderar la administración civil del territorio
Roma (Marcrix Noticias)-El Papa Francisco ha realizado un nombramiento histórico al designar a la monja Raffaella Petrini como la nueva gobernadora del Vaticano. Esta decisión, anunciada el pasado sábado, entrará en vigor el 1 de marzo, cuando Petrini suceda al cardenal español Fernando Vérgez Alzaga.
Petrini, de 56 años, asumirá la presidencia de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, convirtiéndose en la primera mujer en liderar la administración civil del territorio. También será la presidenta de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, consolidando su papel en la estructura de gobierno del Vaticano.
Trayectoria y preparación para el cargo
Antes de su nombramiento, Petrini se desempeñó como secretaria general de la Gobernación, trabajando estrechamente con Vérgez y adquiriendo experiencia en la gestión del Estado.
Es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Libre Internacional Guido Carli y posee un doctorado por la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino, lo que la convierte en una figura altamente preparada para su nueva responsabilidad.
El impulso del Papa a la igualdad de género en la Iglesia
El Papa Francisco ha reiterado en varias ocasiones su intención de promover la igualdad de género en la Iglesia. En enero, destacó la necesidad de que las monjas ocupen roles de mayor responsabilidad, denunciando la mentalidad “clerical y machista” que todavía persiste en la Curia.
En este contexto, el nombramiento de Petrini se suma a otros cambios dentro del Vaticano, como la reciente designación de Simona Brambilla como la primera mujer prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada.
Una nueva era para las mujeres en la Iglesia
Con este nombramiento, el Papa Francisco reafirma su compromiso con la modernización de la Iglesia, permitiendo que las mujeres asuman roles de liderazgo dentro del Vaticano.
Esta decisión no solo representa un cambio simbólico, sino que también abre la puerta a una mayor participación femenina en la administración de la Iglesia, marcando un precedente histórico en la Santa Sede.